Pbro. Gabriel Jaime Gómez – Diócesis de Girardota
Coordinador Regional de Liturgia y Miembro de la Comisión Nacional de Liturgia
La novena de la Navidad es una oportunidad para que el pueblo cristiano se vea enriquecido con los elementos que le sirvan para una preparación inmediata al misterio de la Navidad.
Una novena que se vive en el marco del Adviento y como herramienta pastoral y espiritual para acompañar la segunda etapa del Adviento, que corresponde a las ferias privilegiadas de los días 17 al 24 de diciembre.
En este sentido, la Iglesia da un salto del primer sentido del Adviento, que era profundamente escatológico y se dispone a un sentido de preparación cercana al misterio de la Encarnación y su conexión con la historia de la salvación. Este significado nuevo del adviento se va descubriendo en la Liturgia a partir de la celebración misma de la Eucaristía y de la Liturgia de las Horas, que cada vez más van insistiendo en lo que acontece en ese Misterio de la encarnación que presenta cómo Dios irrumpe en la historia humana.
La Eucaristía, centro de las ferias privilegiadas y punto de llegada de la Novena
El día 16, que comienza la novena, es la última aparición de la primera etapa del adviento y todo sigue recordando que el Señor vendrá al final de la historia y que el grito de la humanidad de todos los tiempos es la súplica de la parte final de la Biblia: ¡Maranatha!, Ven, Señor Jesús (Ap 22,20). Este último momento de la primera etapa del Adviento sigue recordando a la comunidad que la vida de fe es un permanente adviento porque es un repetitivo anhelo del encuentro con el Señor.
La Eucaristía de las ferias privilegiadas (17-24) presenta ya un elemento pedagógico que concentra la atención de la comunidad en la preparación directa a la navidad, con una Palabra proclamada que desde los Evangelios de la Infancia de Mateo y de Lucas y con sus acompañantes textos proféticos, insiste en que está llegando y se acerca el día de la salvación.
La eucología (oraciones de la misa) de estos días hace comprender que hay un acontecimiento sacramental profundo, ya que, el Dios del adviento es el Dios de la historia, el Dios que vino en plenitud para salvar al hombre en Jesús de Nazaret, en quien se revela el rostro del Padre (cf Jn 14,9).
Esta dimensión histórico sacramental de la liturgia de las ferias privilegiadas va concentrando su atención en la figura de la Madre de Cristo, que es la compañera final en esta última parte del Adviento, ya que en la primera habían estado fuertemente las figuras de Isaías y Juan el Bautista.
La Liturgia de las horas también marca su ritmo especial con una tradición llamada las “antífonas de la O”, que pertenecen a la hora de las vísperas en su antífona del Magníficat y trazan un itinerario espiritual muy concreto para el camino inmediato de preparación a la Navidad:
Oh Sabiduría (Sapientia), que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación. (Diciembre 17)
Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo. (Diciembre 18)
Oh renuevo (Radix) del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más. (Diciembre 19)
Oh llave (Clavis) de David y cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte. (Diciembre 20)
Oh sol que naces de lo alto (Oriens), resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. (Diciembre 21)
Oh Rey (Rex) de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra. (Diciembre 22)
Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro. (Diciembre 23)
Estas antífonas, que originalmente aparecen en latín, marcan un mensaje cuando se leen de manera inversa y es ERO CRAS, que significa “vendré mañana”:
Emmanuel
Rex
Oriens
Clavis
Radix
Adonai
Sapientia
¿Cómo se refleja este espíritu en la novena de navidad?
Es claro que las “antífonas de la O”, guardan una relación muy directa con los gozos de la Novena de navidad, ya que se vuelven en eje inspirador para cada una de las estrofas que se han compuesto.
Por otro lado, la Novena contiene una Oración para todos los días que expresa una continuidad con el Dios de la revelación bíblica, que es el Dios de la misericordia y se vuelve una proclamación directa de un kerigma salvífico, porque el acto de la encarnación es presentado como muestra del amor del Padre y a ese kerigma responde un corazón donde Jesús tenga su cuna y more eternamente.
La oración a la Bienaventurada Virgen María aparece con un carácter profundamente cristológico, ya que lo que se exalta de la Madre está siempre en términos del Hijo encarnado.
De igual manera la oración a San José presenta la paternidad como un acto de amor voluntario y cooperación en una historia de salvación.
La oración al niño Jesús, parte de una tradición donde se menciona una monja carmelita francesa del siglo XVII llamada Margarita del Santísimo Sacramento, movida por una devoción especial al niño Jesús. Toda la oración se vuelve una súplica que finalmente se puede resumir en la vida eterna.
Todas las oraciones de la Novena de Navidad se mueven entre la historia de la salvación, la cristología y la maternidad de María, que se repite casi a lo largo de toda la novena. Es explícita en esta etapa del adviento la alusión directa a la Bienaventurada Virgen María y la novena es un eco de ese sentimiento.
Luces pastorales y litúrgicas
Por más cercana que esté la navidad, debería fortalecerse el significado de la segunda etapa del Adviento, ya que todos los ambientes para esta época están adornados con signos navideños, por eso el pesebre debe resplandecer y volverse catequesis de esperanza.
La Novena se vuelve en una oportunidad única para transmitir valores y actitudes que expresen el valor de la historia, pero en ella el compromiso de la solidaridad y la caridad.
La Novena debe mover a las comunidades cristianas y a los fieles a afirmarse como signo alternativo de una sociedad en la que las áreas de la desesperación parecen más extensas que las del hambre y del subdesarrollo. La Novena debe ser un tiempo privilegiado para cantar la esperanza.
Es muy importante diferenciar los espacios: Una cosa es la novena y otra la celebración de la Eucaristía, aunque vayan consecutivas. No deben confundirse las dos cosas ni resumirse en una sola; la fe celebrada en la Eucaristía es ahora explicitada y hechas catequesis en la novena.
El mejor resultado de una Novena de Navidad bien hecha será siempre una excelente participación en la noche de navidad, en su celebración eucarística. La misa de Navidad, y sobre todo la de medianoche, recoge el camino recorrido: se inició el adviento en la oscuridad y se empezó a encender la corona y al final la Palabra de Dios resonará con Isaías diciendo “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande” (Is 9,2).
Es necesario dejar que la Novena siga siendo la oportunidad para reunir a cercanos y lejanos, propios y extraños en una única oración y así, el adviento empezará a dar frutos de comunidad en una mundo dividido y polarizado y en una sociedad marcada por el individualismo.
Caminar con la Novena de Navidad es pues una excelente oportunidad para proclamar que no es la soberbia ni la prepotencia las que tienen la última palabra y que quien es capaz de acoger con docilidad en su corazón la Palabra de Dios, puede engendrar nuevas realidades que sean fruto de la conversión y del encuentro con la persona de Jesús.
La presencia de Jesús, María y José sirvan para recordar día a día que sólo el amor puede vencer las dificultades y que la unidad logra cambiar cualquier historia.

