Por: Pbro. Rubén Darío Oquendo López – Delegado Episcopal Pastoral Misionera

Octubre es reconocido en la Iglesia Católica como el mes misionero, un tiempo especial dedicado a reflexionar, orar y actuar en favor de la misión evangelizadora en todo el mundo. Durante este mes, los cristianos somos invitados a renovar nuestro compromiso con el anuncio del Evangelio y con el servicio desinteresado a nuestros semejantes.

El Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND) se celebra cada año el penúltimo domingo de octubre, recordándonos que todos somos llamados a ser misioneros, no solo con palabras, sino también con gestos concretos de amor, solidaridad y esperanza.

Ser misionero no significa necesariamente viajar a tierras lejanas; significa abrir el corazón, como lo hizo Santa Teresita del Niño Jesús, y ofrecer a Dios los quehaceres más pequeños de cada día como oración por todos aquellos que, con dificultades y sacrificios, anuncian el Evangelio. Ser misionero es compartir la fe y trabajar por un mundo más justo y más fraterno. No es tarea de algunos, sino vocación de todos los bautizados. Implica vivir con un corazón abierto, dispuesto a salir al encuentro del otro, especialmente de los más necesitados.

Octubre nos invita, por tanto, a mirar más allá de nuestras fronteras y a reconocer que cada persona puede ser un instrumento de paz y de luz donde se encuentre.

El Papa nos invita cada año a reflexionar sobre un lema misionero que inspire nuestra acción. Para este año 2025, el Papa Francisco nos ha dejado el siguiente lema: “Misioneros de esperanza entre los pueblos”. Este llamado nos impulsa a ser discípulos misioneros en nuestros ambientes cotidianos: en la familia, en el trabajo, en la escuela y en la comunidad.

Que este Mes Misionero de octubre renueve en nosotros la alegría de creer y el deseo de compartir la fe. Seamos testigos del amor de Dios, sembradores de esperanza y constructores de fraternidad universal.