Por: Mons. Orlando Antonio Corrales García
Arzobispo Emérito de Santa Fe de Antioquia

He elegido este tema, porque estoy convencido de su vital importancia para la vida cristiana de toda persona: esto vale para el Papa León XIV, para Obispos, Sacerdotes, Religiosas y para todos los bautizados.

Quiero partir de las palabras mismas de Jesús en el Evangelio: «Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque SEPARADOS DE MI NO PUEDEN HACER NADA» (S. Juan 15, 5). He puesto con mayúsculas las palabras más importantes de la cita evangélica. En efecto, separados de Jesús nada podemos hacer en el orden de la fe: amar, perdonar, ser misericordiosos… Sin duda que una forma privilegiada de unirnos estrechamente a Cristo como el sarmiento a la vid, es la oración. Estoy seguro que si nos preguntan: tú estás convencido de la importancia de la oración para tu vida de fe? De inmediato respondemos que sí, pero cuántas veces nos descuidamos y dejamos la oración: por cansancio, por falta de ganas, porque tengo mucho trabajo, porque el trabajo es oración, etc.

Ustedes amables lectores conocen el Evangelio y constatan allí como Jesús oraba, a veces toda la noche, sacaba tiempo para la oración y comunicarse con su Padre, no sacaba pretextos o excusas para dejar la oración. El es nuestro Modelo, a Él hemos de imitar, por tanto, no hay excusa válida para dejar la oración. Ella nos fortalece, nos alienta, pues es hablar con Alguien que sabemos nos ama y por esto hemos de buscar esa comunicación.

Por experiencia sé que a veces cuesta más orar, pero hemos de pensar que necesitamos orar, alimentar nuestra relación con Dios. Así como el alimento es necesario para el cuerpo, para nuestra salud física, también la oración, sea personal y litúrgica, es fundamental para alimentar nuestra fé y recibir la fuerza que tanto necesitamos para vivir de verdad nuestra vida cristiana, cualquiera que sea nuestro lugar en la Iglesia, pues sin ella se va debilitando y apagando el entusiasmo que debe caracterizar a un cristiano, a un discípulo del Señor.

A quienes piensan y dicen que todo es oración y por ello no es necesario tener espacios y momentos de oración, les digo esto: Jesús es nuestro Modelo, como ya lo expresé y El tuvo tiempo para orar a solas. Además, como le escuché a un sacerdote: muchos trabajan incansablemente en la Viña del Señor pero se olvidan del Señor de la Viña. Me atrevo a decir lo siguiente para concluir y perdonen la expresión que puede ser fuerte para algunos de ustedes: descuidar y abandonar la oración es suicidarse espiritualmente.

Espero que estas sencillas palabras sobre la oración, puedan ser de ayuda para ustedes y ante todo, les animen a tomar muy en serio la oración, como lo hizo y practicó nuestro Modelo Jesucristo y nuestra Madre, la Santísima Virgen María.

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