Pbro. Dr. Diego Alberto Uribe Castrillón[1].
Cada año por estos días nos reencontramos en torno a la celebración de la Navidad.
- Origen de la Solemnidad de la Navidad.
En el origen de la fiesta de la navidad, encontramos la coincidencia del 25 de diciembre con la fiesta pagana del Natalis Solis Invictus[2], instituida el año 275 por el emperador Aureliano en el solsticio de invierno, lo que ha hecho pensar que el cristianismo habría querido contrarrestar la fiesta pagana proponiendo la celebración del nacimiento de Cristo, el verdadero sol de justicia (cf. Malaquias 4,2, Lucas 1,78)
También se pensó que se proyectaba nueve meses después de una fecha que se estableció para la Encarnación del Señor el 25 de marzo, muy cercana a la fecha de la muerte de Jesús que se celebra el viernes santo en abril, casi siempre. La fecha del 25 de diciembre se habría fijado, por tanto, en base al 25 de marzo, fecha estimada de la muerte
Una tercera hipótesis se apoya en el objeto de la fiesta según las homilías patrísticas, especialmente las de san León Magno (440- 461), el testigo sin duda más cualificado acerca del sentido originario de la Navidad en la liturgia romana, cuyas predicaciones sobre esta solemnidad aún se leen en la Liturgia de la Iglesia.
Pero la difusión de la fiesta de la Navidad buscaba que se pudiera afirmar la fe en el mundo pagano, pues, de hecho, a finales del siglo IV la Navidad se celebraba ya en el norte de África (a. 360), en España (a.384), en Constantinopla (a. 380), en Antioquía (a.386), en Capadocia.
Los Evangelios nos dan una ubicación cronológica en torno a dos tradiciones o realidades históricas que son la historia universal que propone el nacimiento de Jesús en torno al imperio de Octavio Augusto, enmarcándolo en una serie de sucesos que se “cantan” en la noche de Navidad. Al final se habla de lo histórico: “en la centésima nonagésima cuarta Olimpíada; en el año setecientos cincuenta y dos desde la fundación de Roma; en el año cuadragésimo segundo del imperio del César Octaviano Augusto”
En la calenda lo inicial es memoria de la vida del Pueblo de Dios y son los sucesos que sirven de marco a los grandes hechos de la historia de Israel: “Habiendo transcurrido innumerables años desde la creación del mundo, cuando en el principio Dios creó el cielo y la tierra y formó al hombre a su imagen; pasados siglos y siglos desde que, tras el diluvio, el Altísimo puso en las nubes su arco como signo de alianza y paz; en el siglo veintiuno desde que Abraham, nuestro padre en la fe, salió de Ur de los Caldeos; transcurridos trece siglos desde que el Pueblo de Israel fue guiado por Moisés para salir de Egipto; cerca del año mil desde que David fue ungido rey, en la sexagésima quinta semana de la profecía de Daniel[3]
- La Navidad en Antioquia.
Si nos toca hacer la historia de la Navidad entre nosotros, no podemos olvidar que algo se debió celebrar en Urabá, que poco apoco se fueron difundiendo las tradiciones sevillanas, castellanas y asturianas de nuestros ancestros, que desde 1513 en Santa María del Darién había Obispo y Clero y fieles.
Hemos de saber que en Antioquia se fueron desarrollando las tradiciones en las regiones del Bajo Cauca con sus tonos propios, que la región de oriente acogió la tradición más castellana y asturiana, que en la Villa de la Candelaria se vivió una especie de sincrética mezcla de culturas en las que hay trazas de todas las expresiones. El Pesebre es acogido inicialmente con imaginería procedente de España, primero, y luego con las producciones de Cuzco y Quito, ejemplos que se conservan en el museo de la Catedral Metropolitana.
Una fuerza muy especial adquiere la Navidad con la llegada de los Franciscanos a principios del Siglo XIX. La Novena de Aguinaldos llega a nuestras tierras con la llegada de los Franciscanos en 1804, la adición de los gozos, que son una excelente adaptación de las Antífonas de Vísperas de los días que preceden a la Navidad llamadas comúnmente “de la O” por la primera expresión que allí se contiene, se hace común en Medellín con la llegada de las Madres de la Enseñanza, porque Madre María Ignacia Samper vino a Medellín en 1899 con el grupo de Madres Fundadoras e incluso residió aquí un tiempo mientras se organizó la Fundación.
A la práctica de la Novena se suma la influencia musical de los padres Claretianos que editaron incluso un folleto con los villancicos y los tonos para cantar los gozos hacia 1940. En la Literatura Antioqueña el gran genio que nos puede reconstruir la historia de la Navidad es Don Tomás Carrasquilla.
La popularidad de la Novena de Navidad se remonta a los tiempos coloniales en los que se rezaba con el texto del Padre Larrea en Antioquia. Hay indicios de ella en las Obras de Tomás Carrasquilla, donde se menciona en “Por Jesús recién nacido” y en “el Rifle”, también hay alusiones en “la Marquesa de Yolombó” y en “Hace tiempos”, como una práctica común.
Entre sus obras hay unas muy especiales con ese acento navideño, por ejemplo, el texto llamado “Dimitas Arias”, tan elocuente, tan hermosamente presentado como un retablo navideño lleno de belleza y bondad. Justo allí, en ese relato admirable, nos dice Don Tomás: “Se acercaba la gran festividad del orbe cristiano, la fiesta por excelencia de los hogares antioqueños: aquella que, con su idílica sencillez y santa poesía, obliga a la familia a congregarse, atrae a los miembros ausentes, hace pagar el tributo de lágrimas a los muertos queridos y cultiva los afectos más puros del corazón. Ni en la casa más pobre de estas montañas deja de celebrarse. En nuestras aldeas, los mendigos imploran, no ya el bocado de pan, sino la moneda para hacer en su choza los platos obligados de nochebuena”.
La Navidad será siempre una fiesta de Pueblo, del Pueblo y en el Pueblo. Es el eterno retorno al misterio de la vida, es la constante vuelta al origen, que, aunque muy salpicada de cosas extrañas, nos devuelve la ilusión de convivir y compartir la vida con el único Dios que puede abrazarse, con el único Dios al que se le puede decir: vida de mi vida, mi dueño adorado.
La Liturgia se ocupa de definir las solemnidades. La tradición tiene como tarea contarle al mundo qué siente el pueblo al ver cómo el Nacimiento de Jesús hace que la historia humana tenga en el misterio de la Encarnación el referente supremo, así muchísimos no crean, para justificar cada año un tiempo de esperanza que nos devuelva la grandeza de nuestra condición humana y nos haga cercanos, solidarios y amigos de la vida que nace en el Eterno Belén de la humanidad.
[1] Presbítero, Doctor en Sagrada Teología y Profesor Titular de la Universidad Pontificia Bolivariana; Vicepresidente de la Academia Colombiana de Historia Eclesiástica; Académico Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia y Miembro de número de la Sociedad Bolivariana de Antioquia.
[2] Puede verse el texto en PASCHER, J , El año litúrgico (BAC 247, Madrid 1965), 350 352, JOUNEL, P , «Los calendarios», en MARTIMORT, 1012-1013 C 22 Adviento Navidad y Epifanía 251
[3] Misal Romano. Libro de la Sede. Kalenda de la Navidad del Señor.

