Por: Yonatan Julián David Higuita – III Etapa Configuradora

La semana Santa es uno de los eventos más ricos en significado que la Iglesia nos pide conmemorar, es un espacio que encierra acontecimientos y milagros fundantes y fundamentales de nuestra Iglesia y de nuestra fe. Esta fue la última semana de Cristo en la tierra, y lo que estamos invitados a vivir no es un mero recordar con tristeza la que Jesús padeció, sino de entender que padeció, murió y resucitó por amor a cada uno de nosotros.

Conmemorar no es simplemente un recuerdo, es actualizar el acontecimiento, encarnando ciertas actitudes y sentimientos, que hacen que entremos en completa sintonía con lo que Jesús vivió y sintió; además recibimos las gracias y beneficios que el triduo pascual por su riqueza salvífica contiene y nos comunica.

Estos son algunas de las ayudas que podemos tener en cuenta  para vivir en plenitud la semana mayor: haciendo una meditación profunda inspirados en la palabra de Dios sobre la pasión muerte y resurrección de Jesucristo; Vivir los retiros o encuentros propuestos por cada parroquia; Preparar y realizar una buena confesión y así disponer el corazón para que Jesús resucitado more en él; Participar activa y devotamente de los momentos litúrgicos y de piedad; Realizar algún sacrificio para unirnos a la pasión del Señor; Dedicar largo rato de oración para entrar en la grandeza del Misterio Pascual; Consagrar y entregar toda la semana al Señor como ofrenda y acción de gracias por todos los beneficios que él nos otorga; Tener conciencia de que toda nuestra vida debe ser un celebrar la Pascua del Señor.

 Que esta no sea una Semana Santa más, sino que de verdad sea el punto de partida para llevar una vida conforme a la voluntad de Dios y así recibir la herencia que nos ha sido dada por la entrega hasta el extremo de Cristo. Y esa Herencia es la salvación; que no es otra cosa que gozar eternamente de la presencia y la Comunión con Dios uno y trino.

La Semana Santa está rodeada por dos grandes períodos de tiempo, como lo es la cuaresma, 40 días antes de la Semana Mayor y la Pascua 50 días después del Domingo de Resurrección culminando con Pentecostés. El primer tiempo nos lo propone la Iglesia como preparación espiritual para vivir, encarnar y unirnos al Triduo Pascual, que es el corazón de la semana. El segundo tiempo es la celebración de que Cristo ha vencido la muerte. Es la buena noticia, es el mensaje de que el pecado ha sido derrotado y con esta derrota, Cristo nos ha convertido en herederos del cielo.

 Este último momento debe fundamentar y el marcar toda nuestra vida, porque sí reconocemos y aceptamos que somos merecedores del reino de los cielos, trataremos y buscaremos obviamente con la asistencia de Dios y la Virgen María no menospreciar el precio de sangre inocente que ya Jesús pagó por nosotros

Por último, te invito a que en esta Semana Mayor seas consciente de la entrega total y generosa que Jesús hizo por ti. Te invito a que le retribuyas generosamente al Señor todo este sacrificio participando y viviendo fervorosamente esta semana. Que comprendas, admires e interiorices que el amor de Dios es tan grande que se enfrentó a una muerte que no la merece ni el peor de los criminales, y lo hizo solo porque no te quería ver condenado para siempre. Ya Jesús hizo la tarea y con su resurrección nos ha demostrado que de verdad es el Hijo de Dios y que nosotros también estamos llamados a luchar por vencer el pecado.  

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