Por: Juan Andrés Cano Chaverra – Catequista – Parroquia Nuestra Señora de la Asunción – Sopetrán

El 2º Congreso Nacional de Evangelización PEIP, realizado en la ciudad de Cúcuta, no fue simplemente un encuentro más en la agenda de la Iglesia colombiana. Fue, más bien, un tiempo de gracia, de fraternidad y de esperanza, donde la diversidad de nuestra Iglesia se hizo visible y palpable.

Reunidos en torno al Proceso de Evangelización de la Iglesia Particular (PEIP), más de 25 delegaciones de todo el país, con la presencia de 22 obispos, 400 sacerdotes y cerca de 2000 laicos, catequistas, seminaristas y religiosos, nos encontramos para escuchar, aprender y compartir caminos de evangelización. El congreso nos permitió mirar la riqueza que encierra el Directorio para la Catequesis, un texto que ilumina nuestra tarea de anunciar el Evangelio en medio de una sociedad cambiante, y que nos invita a adaptar la catequesis y la misión a la cultura y a las realidades concretas de cada diócesis, arquidiócesis y vicariato.

Más allá de las conferencias y las reflexiones, lo que quedó en el corazón de muchos fue la certeza de que la evangelización no es tarea de unos pocos, sino misión de todos. Cada bautizado está llamado a llevar la Buena Noticia, y este congreso fue un recordatorio de que solo caminando juntos podemos responder a los desafíos que el mundo nos presenta.

La experiencia fue también un testimonio de comunión. La parroquia de Villa del Rosario, con su párroco y toda la comunidad, nos acogió con un cariño inmenso. Su hospitalidad, su atención y su amor hicieron posible que todos los participantes de nuestra arquidiócesis de Santa Fe de Antioquia se sintieran en casa. Fue un gesto que nos recordó que la evangelización comienza con lo sencillo: abrir las puertas, compartir lo que se tiene y acoger al hermano con alegría.
Hoy, al mirar atrás, queda la convicción de que este congreso no terminó al despedirnos de Cúcuta. Al contrario, apenas comienza. Lo aprendido y lo vivido está llamado a dar fruto en cada comunidad, en cada parroquia, en cada familia de nuestra Iglesia. El PEIP no es solo un programa, es un camino; y el camino de la Iglesia es siempre caminar juntos, como pueblo de Dios en salida, con la certeza de que el Espíritu guía nuestros pasos.