Por: Mons. Ignacio Gómez Aristizábal – Arzobispo Emérito de Santa Fe de Antioquia

EN EL MUNDO HAY UNA LUCHA ENTRE LOS QUE QUEREMOS CONSTRUIR UN MUNDO EN EL AMOR Y LOS QUE QUIEREN HACERLO EN EL DESAMOR. EL CONCILIO VATICANO II DIJO: “LO QUE EL ALMA HUMANA ES PARA ELCUERPO, ESO ES EL ESPÍRITU SANTO PARA LA IGLESIA, ALMA VIVIFICANTE.Y YO DIGO; LO QUE EL ALMA HUMANA ES PARA EL CUERPO, ESO ES EL AMOR CRISTIANO PARA LA PASTORAL, SI NO ESTÁ VIVIFICADA POR EL AMOR, ESTÁ MUERTA.

La Iglesia quiere aparecer ante el mundo con su predicación y estilo de vida, ante un mundo entenebrecido por el odio y el desamor, como una antorcha luminosa que muestra el camino hacia el amor, la solidaridad, la justicia, la fraternidad y la paz, que es el amor. Es muy notoria la ansiedad por el bienestar, la armonía, el desarrollo de los pueblos, la solidaridad universal y la paz y no atinan en identificar el gran componente faltante, que es el amor. Por esta razón en la búsqueda del desarrollo no se tiene en cuenta a la Institución que puede aportar el gran faltante que es el amor humano-divino, derramado por Jesucristo y su Espíritu Divino a través de la Iglesia. Muchos hablan de desarrollo integral, y se tiene en cuenta la ciencia, la tecnología, la economía, la innovación, la sostenibilidad   y la inteligencia artificial, sin mencionar para nada el elemento absolutamente esencial, que es el amor. Los resultados están a la vista: el inmenso desequilibrio en todos los aspectos y un mundo en guerra.   

El aporte específico de la Iglesia a   la pastoral social minera en el Occidente antioqueño es sembrar y expandir el amor cristiano. Lo más importante para la Iglesia es trabajar por unas relaciones amorosas en todos los niveles: de todos los habitantes residentes en el territorio del Occidente antioqueño que habitan una casa común, de los obreros de las Empresas mineras hacia el personal directivo, de las instituciones empresariales y de las Empresariales hacia los trabajadores.  

¿QUÉ TIPO DE AMOR? Muy importante que las gentes distingan muy bien la diferencia que hay entre el amor simplemente   humano y el amor humano-divino o sea la caridad. Veamos la diferencia. Podemos hablar de tres amores: el amor simplemente humano que emerge de la naturaleza humana, el amor puramente divino que emerge de la naturaleza divina y la mezcla del amor divino con el amor humano que se da en la persona adorable de Jesucristo perfecto Dios y perfecto hombre.

El hombre como simple creatura es capaz sólo de amor humano, que puede ser afecto, simpatía, sentimiento y aún pasión, y que puede llegar a la entrega total de la persona amada, como hace la madre con el hijo. Todo esto es noble y bello. Este amor es pequeño y muchas veces manchado con las llagas de los pecados capitales de la soberbia, de la avaricia y de la envidia.

Hay una infinita distancia con otro tipo de amor que es el amor humano-divino, que Jesucristo comunica a través de la Iglesia y particularmente por medio de los sacramentos y sobre todo de la santa Eucaristía. Este amor divino derramado y encarnado en el amor humano cumple un doble efecto en nuestros corazones: limpia las maldades pecaminosas del amor simplemente humano y le va dando una capacidad de amar al estilo del amor de Cristo, la figura más bella de amor que se ha visto en la tierra, caracterizado por la gratuidad absoluta y la capacidad de “dar la vida por los demás… (Juan15,13)

La capacidad afectiva del hombre, por grande que sea, no puede alcanzar a producir el más mínimo grado de amor divino.” La caridad, enseña Santo Tomás, no brota en el hombre por naturaleza, no puede ser adquirida con sus fuerzas naturales, sino que se debe a la infusión del Espíritu Santo, que es amor del Padre y del Hijo y cuya participación ofrecida a nosotros es precisamente la caridad creada”. El santo Doctor no hace con esto más que desarrollar la famosa afirmación paulina: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Romanos 5,5)

A semejanza de la de Dios, la vida del cristiano debe ser esencialmente amor: en primer lugar para con Dios y luego amor para con todos los seres humanos y los ecosistemas, entendidos como casa donde habitan los humanos. Esto es posible, porque Dios infunde en el corazón de los creyentes una centella de su amor infinito. Quienes fomentan este amor y vive en él, mora en Dios y Dios en él, porque participa de la vida de Dios.

Al hacer al hombre partícipe del amor divino, la caridad lo hace semejante a Dios, como verdadero hijo y lo une a él. Y Así la caridad es la más excelente de todas las virtudes, no solo en esta vida sino también en la otra, ya que permanecerá para siempre y de su intensidad dependerá la felicidad eterna de cada uno de los elegidos.

Y San Pablo en su carta a los Corintios, después de enumerar un gran número de cualidades que pueden adornar y enaltecer a la persona humana dice. “Si no tengo amor, nada soy. Y el Papa Francisco, de feliz memoria, haciendo eco a San Pablo, en su Encíclica denominada “Todos Hermanos en el número 92, dice: “La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana”. Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías, en la defensa violenta de la verdad o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar”. (1 Corintios 13, 1-13)