Por: Pbro. Yesid Érminson Salas Castrillón – Vicario de Pastoral

Por gracia de Dios estamos viviendo este año jubilar de la Esperanza. Año que, inevitablemente, va ya finalizando; y, en nuestro caminar pastoral, aún tenemos la posibilidad de vivirlo con provecho valiéndonos de los dos últimos lemas: “Irradia Esperanza donde quiera que vayas” (septiembre/octubre), y “vivamos en la esperanza de estar siempre con El” (noviembre/diciembre).

Concretamente en estos meses de septiembre y octubre, cuando celebraremos la semana por la paz, el amor y la Amistad, la semana bíblica, el día de la raza, movidos al impulso de las misiones; bien nos hará el continuar reflexionando, orando y actuando sobre esta virtud teologal que le da dinámica y le imprime tensión a nuestra vida.

La Esperanza le imprime dinámica a nuestra vida, esto es: fuerza, entusiasmo, alegría y positivismo porque se apoya y alimenta en la certeza absoluta de la promesa de Dios realizada, plena y de manera definitiva, en Jesucristo: “EL ES NUESTRA ESPERANZA” (1 Tm.1,1). Cuando vivimos en Él, con Él y para Él experimentamos aquella seguridad, que es expresión de nuestra plena confianza en Él, que nos mueve a soñar con la posibilidad de un mundo mejor. La esperanza así asumida y vivida nos coloca también, de manera irreversible, en la tensión de aspirar siempre a los “bienes de arriba, donde ya está Cristo sentado a la derecha del Padre” (Col. 3,2). En definitiva, la Esperanza nace, se alimenta y crece, y puede ser irradiada, en la medida en que favorezcamos nuestro encuentro personal y comunitario con Jesús, como nos lo viene proponiendo este quinquenio de nuestro PEIP.

Sólo viviendo de verdad el encuentro con Jesús podremos llegar a ser sus discípulos- misioneros que, con nuestro ser y con nuestro actuar, irradiamos esperanza donde quiera que vayamos. Este es un dato de experiencia constante en la historia de la Iglesia; de ello son testigos elocuentes, y con vigencia permanente, toda la galería de santos que, en todas las diferentes épocas de la vida de la Iglesia, han sabido corresponder, no solo a la llamada de la gracia, sino, y con generosidad plena, a los retos y desafíos que, en orden a la evangelización, el momento histórico que vivieron les planteaba.

Hablando de evangelización contextualizada, la nuestra parece estar determinada por dos retos claros: la aparición de un nuevo escenario de evangelización, se trata del mundo digital; y, el enorme desafío que implica el ¨retomar¨ de nuevo, con claridad, disciplina y determinación, la tarea de la evangelización en clave de PROCESO; en la práctica es Pasar de una pastoral de conservación-(prestadora de servicios)- a una evangelización decididamente misionera (A. 370),- (donde se implican misión/iniciación/pastoral)-.

Este fue el gran desafío que nos dejó el II Congreso de Evangelización, apenas finalizado en Cúcuta. Pidamos al Señor, nuestra Esperanza, que podamos estar a la altura de estos retos, para que respondiendo a ellos irradiemos esperanza yendo al encuentro de la cultura digital, que debemos acoger sin prevención y sí con mucha apertura y creatividad; lo mismo que al mirar en clave de proceso la evangelización, favorezcamos los itinerarios

formativos pertinentes para conducir al hombre y a la mujer de hoy al auténtico encuentro con Jesús, que nos permita a todos los bautizados sentirnos de verdad discípulos- misioneros, para transmitir esperanza yendo a todos los espacios propios de la cultura de hoy.

Reflexionar: Ir al documento de la síntesis final del congreso, hecho por Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de Cúcuta.

Orar: Hch. 8, 25-40

Actuar: Dediquémonos a irradiar y sembrar esperanza en las redes sociales: todos tenemos familiares, amigos, vecinos y conocidos solos o con problemas… qué bien les vendría recibir una palabra de aliento, o un gesto de cercanía. Y, en los espacios de formación en nuestras parroquia e Instituciones, hagamos también el ejercicio de impregnar, tanto los contenidos como las actividades, de la dinámica y la tensión propias de la esperanza.