En las montañas del occidente antioqueño, donde la tierra guarda historias y el trabajo del campo es herencia y sustento, 300 familias campesinas están escribiendo un nuevo capítulo de esperanza. Gracias a una alianza entre la Fundación Zijín Colombia y la Fundación Pastoral Social de la Arquidiócesis de Santa Fe de Antioquia, nació un proyecto que va más allá de sembrar semillas: cultiva autonomía, comunidad y dignidad.

La iniciativa se extiende por 30 comunidades de 13 municipios, con un propósito claro: fortalecer la soberanía alimentaria. Es decir, que las familias puedan producir sus propios alimentos de manera sostenible, saludable y en armonía con el entorno.

Cada mes, promotores de la Fundación Pastoral Social llegan hasta estas comunidades para acompañar a las familias en un proceso formativo basado en la agroecología. No solo comparten conocimientos sobre el cuidado del suelo, las semillas nativas o las fuentes hídricas; también siembran conciencia sobre la importancia de proteger nuestra “casa común”, como le llaman al medio ambiente que nos sostiene.

Uno de los momentos más significativos del proyecto es la entrega de semillas y plántulas a cada familia. No es una entrega cualquiera: es un gesto que simboliza confianza y posibilidad. Con ellas, muchas familias han iniciado sus propias huertas, espacios donde no solo crecen hortalizas y frutas, sino también la seguridad de tener qué poner en la mesa y la ilusión de poder compartir con otros lo que la tierra les da.

Y es que, cuando hay excedentes, hay oportunidad. Por eso, en municipios como Buriticá, Anzá, Cañasgordas y Liborina se han abierto espacios en los mercados campesinos. Allí, los productores venden directamente al consumidor, sin intermediarios, lo que les permite obtener un ingreso más justo por su trabajo y al mismo tiempo ofrecer alimentos frescos y saludables a la comunidad.

Este proyecto no solo mejora las condiciones de vida de quienes habitan el campo; también fortalece la economía local y teje lazos entre quienes cultivan y quienes consumen. Es una muestra de que, cuando se trabaja con el corazón en la tierra, se puede cosechar mucho más que comida: se cosechan oportunidades, vínculos y un futuro más digno para todos.

Por: Natalia Loaiza – Fundación Pastoral Social

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