Por: Mons. Hugo Alberto Torres Marín – Arzobispo de Santa Fe de Antioquia
Comienza el mes de agosto con sabor a fiesta de las flores, pero también con sabor a santidad. Del santoral de la iglesia católica brotara un ramillete de insignes modelos de vida cristiana, como: Alfonso Ma. de Ligorio, Edith Stein, Juan Ma. Vianney, Domingo de Guzmán, Diacono Lorenzo, Clara de Asís, Juan Eudes, Bernardo de Claraval, Agustín de Hipona, Pio X, entre otros. Cada uno es una verdadera escuela de espiritualidad, caridad pastoral y humanidad, todos han sido un signo de su tiempo y para todos los tiempos.
De este connotado ramillete, la figura del Cura de Ars, se impone como un estilo muy particular de santificación propio del párroco o “cura de almas”. Estilo que se caracterizó por una vida en soledad, sencilla, humilde, orante y penitente; por el tiempo dedicado al ejercicio del ministerio de la reconciliación en acogida, escucha atenta y compasiva del penitente y la formación de la conciencia moral de sus feligreses mediante sus sermones y catequesis. Alguien dijo de el: “en la nueva época recién surgida de la Revolución Francesa, es “el testigo de lo sobrenatural”.
En este cambio de época, la de las grandes transformaciones propiciadas por las nuevas tecnologías, la globalización y la búsqueda de la sostenibilidad, que dan lugar a las nuevas realidades que vivimos: la Inteligencia artificial, el teletrabajo, el comercio electrónico, las redes globales de comunicación, la migración, la conciencia ambiental, las desigualdades sociales, la recuperación de la identidad cultural, entro otras, es importante preguntarse ¿cómo ser un testigo de lo sobrenatural?
El sacerdote de esta época, a imagen del Cura de Ars, “está llamado a ser hombre de Dios y del pueblo: cercano, accesible, profundamente humano. Que su vida sea signo visible del amor de Cristo, pastor que no se cansa de buscar, escuchar, acompañar y servir. Que su palabra construya, su presencia consuele, y su testimonio evangelice desde la coherencia, la sencillez y la entrega diaria” (IA)
El cura de Ars fue un apasionado de la liturgia eucarística y la práctica diaria del sacramento de la penitencia, esa estrategia pastoral fue clave para sobrenaturalizar la vida de su parroquia. El sacerdote de este siglo, ha de ser un apasionado por los procesos pastorales y no por las actividades aisladas, los procesos le permitirán: identificar caminos de comunión y transformación de las comunidades, animar la construcción del tejido eclesial, impulsar con audacia la participación activa de los laicos y formar no solo colaboradores ocasionales, sino verdaderos protagonistas de la misión evangelizadora de la parroquia.

Los sermones y catequesis cargados de profunda espiritualidad y sobre temas cruciales y pertinentes para su tiempo, fueron una “guía profunda para la vida cristiana” y provocaron tan profundo impacto en la vida de los fieles de Ars, que muchos se convirtieron y volvieron a Dios. En este mes de agosto, cuando se celebra el día, el jubileo del catequista y cuando tendrá lugar el II Encuentro nacional de Catequesis en la ciudad de Cúcuta; al obispo, los sacerdotes, consagrados y catequistas, principales responsables de la catequesis, nos toca tomar conciencia del ejercicio de este ministerio, porque en los catequizados no se está provocando “la profunda vida cristiana y la conversión” que si lograban los fieles de Juan Ma. Vianney.
Quizás nos pueda ayudar en este propósito la realidad digital, gran dinamizadora de nuestra época actual. No en vano la Iglesia nos ha venido invitando a ser “misioneros digitales” (Aetatis Novae, 2007, a usar los “Nuevos aeropagos” (D.A), a aprovechar “la internet nueva plaza pública” (Inter Mirifica, 2015), a valorar “la cultura digital como un terreno fértil, lleno de oportunidades para sembrar las semillas del Evangelio”…como un “espacio donde la misión está viva y donde el Espíritu nos llama a ser creativos, audaces y auténticos” (SS 58). Y el Papa Leon XIV nos impone un reto a los catequistas, “promover una cultura humana en el entorno digital”, estamos convocados a concebir la tecnología y redes sociales como “un lenguaje y una forma contemporánea de habitar el mundo, y que la misión digital debe tener un estilo cristiano auténtico y relacional, aportando esperanza y misericordia a través de estos canales” (jubileo de los misioneros digitales, Roma 28/07/25)
Así como Vianney cuidaba de su pequeña parroquia con amor entrañable, “el sacerdote actual está llamado a velar por la «casa común», integrando en su ministerio una sensibilidad ecológica que brota del Evangelio. No se trata solo de una opción pastoral, sino de una expresión concreta de la espiritualidad encarnada y del amor a Dios presente en cada criatura. El compromiso con el medio ambiente, la justicia social y el bien común es parte esencial de su identidad misionera”.
Que la vida, obra y legado que han dejado a la humanidad los santos del mes de agosto, nos ayuden a forjar el perfil de “curas de almas” del siglo XXI.
+Hugo A. Torres Marin